PROTAGONISTA POR SU VALOR Y PERSONALIDAD
'Brave Dave' Purley, el héroe con más atributos que el caballo de Espartero
“Lo que ocurrió fue una acción refleja... En el ejército, si veías un tanque ardiendo o algo así, intentabas ayudar a la gente que estaba dentro. Con el accidente de Roger era exactamente lo mismo, era un caso de un hombre que necesitaba ayuda…”
29 de julio de 1973. Gran Premio de Holanda. El March de Roger Williamson volcó tras pinchar y se incendió como un tanque en la batalla. Un piloto se paró inmediatamente. Fue el único. Como el soldado que intentaba salvar a su colega dentro de ese tanque en llamas. Se llamaba David Purley. Las imágenes hablan mejor que todas las palabras.
“Gritar dentro del casco…”
Nacido en 1945 en Bognor Regis (West Sussex) su padre era propietario de Lec, una importante firma de frigoríficos. Pero el chico salió rana y, a pesar de ser educado en los mejores colegios, varias expulsiones certificaron pronto sus credenciales vitales. Fue el piloto de avión con licencia más joven de Gran Bretaña.
Foto: imago sportfotoFoto: imago sportfotoSe enroló como paracaidista en el ejército británico y acabó en Yemen del Sur, en la insurrección de Aden. Una mina destrozó el vehículo en el que viajaba y mató a seis compañeros. En un salto de pruebas, su paracaídas falló. La fortuna que protege a los audaces le sonrió cayendo encima de su instructor. Se rompió la pierna. Pero cuando dejó el ejército, tuvo que aplacar el síndrome abstinencia de la ‘vita pericolosa’. Pocos mundos como las carreras…
En 1970 comenzó a correr en monoplazas. En 1971 ganó su primera carrera en la Fórmula 3, por delante del mismísimo James Hunt. Fue en el Gran Premio des Frontieres en Chimay, una suerte de Spa Francorchamps a lo bestia. El coraje era más útil que el talento al volante. Purley ganó allí tres años seguidos. “Cuando corría en esa pista… incluso llegaba a gritar dentro del casco…” reconocería después. Lo que debía ser aquello...
“Le oía gritar…”
En 1973 debutó en la Fórmula 1. En su segunda carrera vivió las escenas de Zandvoort y la tragedia del miedo y la estulticia. “Podía ver que Roger estaba vivo, le oía gritar, pero no podía dar la vuelta al coche”, explicaría después. “Intenté que la gente me ayudara, le podríamos haber sacado”. Absolutamente nadie lo hizo, mientras el resto de los monoplazas pasaba por delante del accidente sin parar.
El fotografo Cor Mooji captó toda secuencia y obtuvo el World Press Photo de aquel año. Purley fue condecorado con la George Medal por su heroísmo. Pero Williamson se quedó allí, y muchos pilotos avergonzados ante el coraje de ‘Brave Dave’. Para Jackie Stewart hubo un antes y un después de aquel día.
“Te voy a mete el dedo por donde más te duele”
Purley alternó la Formula 1 con categorías inferiores y ganó un título en Gran Bretaña con un Chevron B30 en 1976. Al año siguiente, decidió construir su propio monoplaza, el inconfudible Lec, y volvió al Gran Circo. En Zolder, Bélgica, lideró bajo la lluvia al no cambiar a gomas de agua. Niki Lauda, el campeón en vigor, le alcanzó y Purley se resistió, el austríaco hizo un trompo y perdió la victoria.
Lauda le llamó ‘conejo’ tras la carrera, mientras le enseñaba su dedo corazón. Purley le contestó que debería avergonzarse de que un Ferrari no pudiera superar a un Lec. “La próxima vez que me enseñes el dedo te voy a meter por donde más te duele”, le remató el británico. En el siguiente Gran Premio, Purley se colocó la figura de un conejo blanco en el lateral de su monoplaza. A continuación, Lauda también cambió su nombre en la visera del casco y apareción con “Super rat”, en alusión a su mote. Ambos supieron trascender con humor al encontronazo personal.
Un accidente todavía en el Libro Guinness de los Récords
Pero David Purley pasaría también a la historia de la Fórmula 1 por algo más que su heroísmo en Holanda 1973. Gran Premio de Gran Bretaña, en Silverstone, 1977. Tras apagar los comisarios un conato de incendio en su monoplaza, la espuma se mezcló con el combustible. En la brutal curva de Becketts, Purley se fue recto contra un talud al quedarse acelerado su Lec.
El atestado ponía los pelos de punta. Purley mantiene todavía su nombre en el Guinness de los Récords como protagonista de la más brutal deceleración que ha soportado un ser humano y luego poder contarlo: 179,8 g. En el accidente de Montreal de 2007, Robert Kubica registró un pico de 75 g durante milisegundos. El velocímetro quedó bloqueado en los 173 km/h, velocidad que pasó a cero en poco más de un metro. El cambio estaba engranado en quinta velocidad. El Lec parecía una lata de aluminio aplastada. Sus restos se exhiben hoy en el museo del circuito de Donington.
Solo en sus piernas sufría treinta fracturas, el resto del parte médico era interminable, y camino del hospital le recuperaron hasta seis crisis cardíacas. Tras un largo proceso de rehabilitación, una de sus piernas quedó cinco centímetros más corta que la otra. Para recuperarse, un doctor belga le ofreció a modo experimental una operación que solo antes había realizado con niños. No lo dudó. Pasó dos semanas casi anestesiado.
"Hazme un favor, no quiero parecer un inválido"
Milagrosamente sobrevivió, pero aquel fue su último gran premio de Fórmula 1. Dos años después, volvió a la competición. Después de semejante trauma físico y psíquico, cabe imaginar la contextura vital de ‘Brave Dave’ para ponerse de nuevo al volante. En 1979 compitió en el Aurora británico, un certamen de antiguos monoplazas de Fórmula 1.
Foto: imago sportfoto.Foto: imago sportfoto.
Primero utilizó su Lec, y luego un Shadow DN9 de Elio de Angelis, con el que terminó cuarto en Snetterton, su mejor resultado. El jefe de su equipo, Mike Earle, le gritaba de alegría al llegar al parque cerrado. “Hazme un favor, Mike, no quiero parecer un inválido”, le contestó Purley. “Lleva el coche atrás y sácame allí”. Dejó de pilotar por el estado de sus piernas….
David Purley se concentraría después en los negocios familiares. Pero aquel chaval expulsado de los mejores colegios, el paracaidista de combate, el piloto condecorado, quien flirteó con la muerte tantas veces y escapó de ella en Silverstone, siguió a pesar de todo enganchado a la ‘vita pericolosa’. No tenía remedio. Volvió a volar y se hizo piloto acrobático. Pero el 2 de julio de 1985 su avión Pitts falló. Los acantilados de su natal Bognor Regis le vieron caer en el mar. Para siempre.
Decía el famoso psicoanalista Carl Jung que "una vida no vivida es una enfermedad de la que se puede morir". Seguro que semejante filosofía nunca se la aplicaría a 'Brave Dave' Purley.
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