LAS FLECHAS DE PLATA Entre 1934 y 1939, se vivió una época de ensueño, donde la fantasía se hizo realidad en autos cuyas formas futuristas reflejan con creces la ambición del hombre para lograr metas entonces inalcanzables. Los protagonistas, un puñado de hombres hoy legendarios a bordo de dos de las mejores casas automotrices de entonces: Mercedes Benz y Auto Union. Era la primera de las tres generaciones de las Silberpfeile, o simplemente las flechas de plata.
La primera época tuvo un origen oscuro. Con la toma de Adolfo Hitler del poder en Alemania, inició una feroz campaña para demostrar a Europa y al mundo entero que su país (y todo lo que implica ello) era superior al resto. Qué mejor forma que entregar los mejores autos y los mejores pilotos. El Tercer Reich abrió un concurso para que una fábrica construyera dichas máquinas, con capital subsidiado por el Estado. El principal postulante era Mercedes Benz; pero Ferdinand Porsche (posteriormente creador del VW Escarabajo y fundador de la marca de deportivos) convenció al dictador nazi para que favorezca también a la bisoña Auto Union, que era un conglomerado de cuatro marcas que se unieron para solucionar sus problemas económicos. De esta manera, Hitler aprobó un aporte de 500000 marcos alemanes a favor de ambas marcas para construir sus respectivos bólidos de carrera.
Obviamente se esperaba que Mercedes Benz y Auto Union produjeran los mejores autos de Europa para conseguir las victorias en los Grand Prix. Rudolf Carraciola (MB) y Bernd Rosemeyer (AU) fueron los pilotos íconos de la época, protagonizando los más encarnizados duelos de aquel entonces, que no eran sólo en los circuitos, sino también en las extensas carreteras preparadas para batir los récords mundiales de velocidad. El Auto Union Tipo C y el Mercedes W125 fueron máquinas que simplemente asombraron al mundo, dejando más de una vez en ridículo a Maserati y Alfa Romeo.
La Segunda Guerra Mundial fue el acontecimiento que acabó con la primera generación de las flechas de plata. Los autos de carrera fueron reemplazados por los coches de combate en casi todo el mundo. Concluida ésta, se pensó en un nuevo Campeonato, un torneo más avanzado, que abarque ya no sólo a Europa sino al todo el mundo. Así nacía entonces la Fórmula 1. Los primeros años del Campeonato Mundial (creado en 1950) fueron dominados por los italianos Alfa Romeo y Ferrari. Mercedes Benz, recuperada económicamente luego de la guerra, quería volver a las pistas para recuperar la hegemonía de antaño. Ya no tenía como rival al prácticamente desaparecido Auto Union, pero sí un largo camino por recorrer, o al menos eso se creía, ya que volvieron a las competencias con una fuerza inusitada.
En 1954 regresan las "flechas de plata" a las pistas, esta vez sólo de parte de Mercedes. Con el color de la carrocería similar a los modelos de la pre-guerra, dominó ampliamente el campeonato a bordo del extraordinario Juan Manuel Fangio. Los W196 de 8 cilindros y 2.5 litros dejaron atrás a los Ferrari y Maserati, ganando 5 de las 7 carreras que disputaron: entre ellas el GP de Alemania que revivió entre los aficionados la gloria de la pre-guerra.
En 1955 la historia fue similar. Juan Manuel Fangio y Stirling Moss volvieron a dominar a voluntad, ganando 5 de los 6 GPs, que hizo que el argentino lograra el tricampeonato. Lamentablemente el éxito duró poco tiempo. En las 24 Horas de Le Mans de 1955, la flecha plateada de Pierre Levegh chocó con el Austin Healey de Lance Macklin, estrellándose contra la tribuna principal matándose él y 80 personas más, en lo que significó en la mayor tragedia en la historia del automovilismo. Después Mercedes anunció que dejaría las competencias de la Fórmula 1, sentencia que duró más de 40 años. Era el fin de la segunda generación, muy corta, pero tan o más ganadora que la primera.
En 1997, más por motivos comerciales que por deportivos, los autos McLaren de Fórmula 1 (impulsados por motores Mercedes) retomaron la estirpe. Los éxitos de 1998 y 1999 con Mika Hakkinen en el volante revivieron la gloria de antaño, pero no duró más que ese tiempo. El rendimiento de los autos anglo-alemanes decayó ante Ferrari, algo impensado en las dos generaciones anteriores. A pesar de ello, siempre se recordarán a estas máquinas como una de las máximas leyendas de la historia del automovilismo: sinónimo de belleza, tecnología, éxito, grandes pilotos y sobretodo, excelencia.
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